lunes, 11 de diciembre de 2017

Tartessos y la costera del bonito del Norte

Uno de los puntos cardinales que limitaba el mundo antiguo por el Oeste se situaba en el Atlántico, pero no en Cádiz ni en Huelva, pues quedaría fuera buena parte de Europa. El hito o marcador territorial, como es lógico, se localizaba más allá, a lo largo del meridiano 0 de Cabo Fisterra, desde donde se medía la tierra a partir del punto imaginario llamado Cades Herculis hasta el Cades Alexandri en el extremo más oriental del mundo conocido. Tartessos, por tanto inmediato al Cades Herculis, ocupaba la fachada atlántica de la Península Ibérica.

Esta certeza de su ubicación se ve refrendada por la lectura de la Crónica Pseudoisidoriana, que contiene una referencia todavía más explicita: "el segundo ángulo de la Península [comparada su forma a un triángulo] se pliega contra el Noroeste en Galicia, en el lugar que se llama Alto Pedrón, que los autores denominan Cades de Hércules, y que mira hacia Britania". El nombre de este punto geodésico en cuestión podría designar el cabo Finisterre o quizá el faro romano de la Torre de Hércules en A Coruña: secundus angulus occidentem circumplectit et septentrionem versus Gallitiam, ubi altum petron dicitur, quod auctores *Grades Herculis vocant, Britanniam advergens.


Manuscrito de la Biblioteca Nacional de Francia con el texto relativo a la Crónica Pseudoisidoriana y la Gades Herculis de Galicia. Puede verse que no se escribe *grades, como se indicaba en la fuente que consulté, cuyo enlace (arriba) ya no está disponible.

Todavía hay un dato más relevante e incontestable que sitúa las Columnas de Hércules en el Noroeste de la Península, es la ruta migratoria de los túnidos, a los que seguían los fenicios a partir de mayo hasta un lugar situado a cuatro días de navegación de las Columnas (Finisterre). La confusión entre el bonito del Norte y el atún es muy común, pero sin duda era el primero el que pescaban aquí para conservar sólo la deliciosa ventresca. Dicen los textos que se alimentaban de bellotas marinas (fucus vesiculosus), y que en su ruta migratoria llegaban muy flacos a las Columnas, de allí partían hacia un gran banco de arena en el atlántico, situado a cuatro días de navegación. Este caladero atlántico en un banco de arena (topos eremos submarino) sólo puede ser la legendaria pesquería del Gran Sol, al Sur y Oeste de Irlanda, frecuentada casi exclusivamente por los pescadores del Norte de la Peninsula, que probablemente informaron a los fenicios de la ubicación del lugar. El Gran Sol es efectivamente un banco de arena a solo 125 metros (70 fathoms) de profundidad en pleno Atlántico. Estos datos se adaptan en su conjunto a las costumbres alimenticias, al viaje y a la ruta milenaria que sigue el bonito del Norte desde el Mar de los Sargazos hasta nuestras costas e Irlanda. También encaja el hecho de que los túnidos pescados aquí por los fenicios eran los únicos que no exportaban; los reservaban para su propio consumo por la especial bondad y suculencia de su carne. Este tratamiento singular de su conserva, reservada únicamente para los paladares fenicios, es otro indicio de que el túnido merecedor de este tratamiento exclusivo era el bonito del Norte, como podrá asegurar cualquier gastrónomo.

Ningún otro dato antiguo sobre Tartessos encaja plenamente con Cádiz o Huelva; se podrán intentar comer en Cádiz las famosas lampreas de Tartessos, probar su exquisita miel, de cuyo cultivo se declararon inventores los tartesios, admirar sus paisajes montañosos cubiertos de bosques, examinar los hermosos rebaños de vacas marelas que le robó Hércules  a Gerión, intentar verificar el pasmoso fenómeno de las mareas vivas, que vacían las fuentes próximas a la costa y las llenan al compás de su flujo y reflujo... todo ello infructuosamente.

También en Cádiz, o en la supuesta Huelva tartesia de Schülten, podremos probar a rastrear la leyenda tartesia según la cual Gerión nació de una mujer marina (como los Mariño), o investigar acerca de cómo pervive todavía en la memoria de las gentes el trabajo de lavar las arenas del río para encontrar oro... será igualmente una pérdida de tiempo.

Todo esto que no encontramos en Cádiz abunda en Galicia hasta la saciedad, pero aún hay más que lampreas en el Miño, variedad de miel, paisajes montañosos y vacas; hay más que Atlántico, más que mareas vivas, cabo Finisterre y Torre de Hércules.


Collar porta-amuletos y cinturón del tesoro de Elviña. El cinturón recuerda a la leyenda del cinturón de oro del troyano Teucro, que según Filóstrato se custodiaba en el templo de Hércules de Gadeira. (C) Concello de A Coruña.

Están los cipos fenicios de Toralla, en Vigo, y el tesoro de Elviña y la plaquita con lo que me parece escritura fenicia procedente del mismo castro, que se guardan en el Museo Arqueolóxico del Castelo de San Antón en A Coruña. Son muestras de un contacto directo entre los fenicios y este verdadero Tartessos noroccidental. Se trata de un contacto firme que, procedente de los establecimientos fenicios del Sur de la Península, no llega a aculturar el Noroeste al verse interrumpido. Y es esto precisamente lo que habrá que buscar, contactos, pero no en el Sur de la Península precisamente, pues los establecimientos fenicios peninsulares del Sur no se instalaron sobre la vieja Tartessos. 


Plaquita con posibles grafías fenicias del Castro de Elviña. Museo Arqueolóxico del Castelo de San Antón.

Bibliografía:

(1) Para la cuestión de los cuatro puntos cardinales imaginarios denominados Cades o Gades (a veces aparecen las variantes Gadibus/Gradibus en ablativo) en la antigüedad: Conquest Landmarks and the Medieval World Image, de S. McKenzie, 2000.
(2) Un estudio completo de las diferentes versiones de la descripción de la Península triangular: "Orosio y los geógrafos hispanomusulmanes", de Luis Molina.
(3) Para algunos de los datos conocidos sobre el primitivo Tartessos: "Fuentes griegas y romanas referentes a Tartessos", de J. M. Blázquez Martínez, 1968.
(4) El caladero secreto de los fenicios: De Mirabilibius Auscultationibus, cap. 136, del Pseudo-Aristóteles.
(5) Sobre la tipología fenicia del collar de Elviña: Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente, de J.M. Blázquez Martínez, 1975.


martes, 5 de diciembre de 2017

Saunas improvisadas: los sudatoria del Miño y la sauna de Sidonio Apolinar

Estoy leyendo con mucho interés el libro de Sergio Ríos González sobre Los baños castreños del noroeste de la Península Ibérica (ed. Ménsula, 2017). En particular, en el capítulo que dedica a contextualizar el termalismo castreño cronológica y culturalmente me he encontrado con el testimonio de  la construcción de una sauna improvisada en el siglo V por parte del galo-romano Sidonio Apolinar. Desconocía el relato, pero no el sistema de la sauna de campaña, que también se practicó en Galicia como veremos a continuación.

La sauna de campaña que improvisó Sidonio Apolinar es descrita por él mismo en una de sus epístolas: "una vez pasada la pesadez del mediodía, cabalgábamos un poco, para aligerar más fácilmente los estómagos repletos y hacer hueco para la cena. Ambos anfitriones tenían baños en la casa, ninguno en uso. Ahora bien, cuando la muchedumbre de bebedores de mis servidores y dependientes, con los cerebros dominados por las copas colmadas de los anfitriones, hubo dejado de beber, se excavaba rápidamente una fosa en la fuente vecina o en el río, que, tras depositar en su interior un buen montón de piedras calientes, se convertía en fosa ardiente. Después de tejer una covacha con varas de avellano en forma de semicúpula, echábamos sobre ellas pieles de cabra de modo que los intersticios, privados de luz, se oscurecían e impedían la salida del vapor producido por la aspersión de agua hirviendo sobre las piedras caldeadas. Aquí nos pasábamos las horas, entre jugosas y pícaras conversaciones, hasta que, vestidos y rodeados por el hálito de una niebla intensa, empezábamos a sudar saludablemente, y una vez bañados en sudor, en la medida en que nos apeteciese, nos metíamos en el agua caliente, cuyo calor secaba nuestra desnudez, y resuelta e inmediatamente nos fortalecíamos en la frialdad del pozo, la fuente o la corriente del río" (Los baños castreños del noroeste de la Península Ibérica, pg. 299, trad. de César García de Castro Valdés).

Para Queiroga y González Ruibal, según indica Ríos en nota al pie, este testimonio podría constituir una prueba indirecta de la existencia de saunas y estructuras balnearias en el noroeste ya desde los siglos IV-III a. C., que no habrían dejado rastro arqueológico al haberse utilizado materiales perecederos en su construcción.

En mi opinión el testimonio constata cuando menos la construcción de lo que denomino saunas de campaña; un sistema constructivo improvisado en materiales perecederos, que pudo utilizarse incluso desde la Prehistoria.

El primer testimonio galaico de la utilización de la sauna de campaña es muy posterior en el tiempo al de Sidonio Apolinar, lo que no significa que antes no se practicase el baño sudatorio en tenderetes. Sólo cabe deducir de este texto tardío que hasta 1571 nadie se había dignado a describirlo en nuestro país: "Hispania [...] habet sudatoria ad Minium amnem; qui per Gallecia in Oceanum occidentalem mittens, ex natura solis sulphurea, ac miniosa, totus vltra, circa, & in ipso fluuio calidis scatet aquis, quas postea describemus. In secessu autem fluuii, non plus triginta stadiis a Riua oppido, ager est ad sudationes idoneus: quippe qui procul aspexerint, tremulan ex eo conspiciunt auram, ceu subditis solo ignibus caligare, quae accedentibus sudorem, eumque copiosum commorantibus excitare solet. Quare consueti sunt eius regionis indigenae, ac longinquarum quoque partium aduenae, sub canapeis tenctoriis ad hunc vsum in ea planicie extensis, siccas istas sudationes excipere, in omni humida, frigida, ac altius impacta intemperie saluberrimas" (Andrea Bacci, De Thermis, 1571).

El informante de Andrea Bacci es el Dr. Torres, jesuita, y refiere la existencia de un lugar en un recodo del Miño, a no más de 30 estadios de Ribadavia (que podría ser Cortegada), donde hay un campo idóneo para sudadero. De lejos se observa salir del suelo un aura de vapor trémula como si fuegos subterráneos lo cubriesen de humo; el aura provoca un acceso de sudor copioso. Los nativos de estas regiones, y los que provienen de lejanas partes, bajo tenderetes montados en esta planicie, toman estos salubérrimos baños de sudor en seco, alternándose con el contraste de la húmeda y fría exposición a la intemperie (según mi propia traducción libre y por ello, susceptible de mejora).


Tiendas para sudación del baño de Iuncara, de la obra del siglo XII De balneis Puteolanis, de Pietro de Éboli.

(C) Cologny, Fondation Martin Bodmer, Cod. Bodmer 135, f. 6r – [Peter of Eboli], The Baths of Pozzuoli.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Los lisiados del balneum de Santa Eulalia de Bóveda


(C) Colonia, Fundación Martin Bodmer, Cód. Bodmer 135, Pietro de Eboli, De Balneis Puteolanis, f. 20v

La miniatura que acompaña al texto del Baño de Tritulus, uno de los baños de los que trata la obrita del siglo XII De balneis Puteolanis, de Pietro de Éboli, muestra un tímpano que cierra la cavidad de donde mana el agua y que recuerda, en su factura y en su mínima abertura, a las llamadas Pedras Formosas de las saunas castreñas del noroeste peninsular, que también pudieron estar pintadas. En ella se han representado varias personas que señalan diversas partes del cuerpo; según el autor "la cavidad está llena de figuras de enfermos, a los cuales el agua cura de la enfermedad que se indica en cada figura". Todos los manuscritos de la obra de De Éboli convienen en plasmar este tímpano con la misma o parecidísima decoración que conforma un muestrario de cuerpos humanos doloridos. En el extremo derecho, y aprovechando el exiguo espacio de la esquina del tímpano, un lisiado sujeta su pie, los otros se señalan la ingle, el pecho, la cabeza, el vientre y la cadera.

Esta explicación de De Éboli a la funcionalidad de la decoración, que serviría para indicar los usos terapéuticos del agua del balneum, puede aplicarse también al tema que se desarrolla en el baño de Santa Eulalia de Bóveda, donde se representan dos figuras de lisiados (considerados como exvotos) y un grupo humano que se viene interpretando como danzantes. También cabría plantear que los danzantes, entre los cuales una de las figuras señala su vientre mientras que las restantes se llevan las manos a la cabeza, son un muestrario de los usos terapéuticos del agua del balneum de Santa Baia. En este sentido el topónimo gallego del lugar, Santa Baia, a veces abreviado como Santalla y en época temprana falsamente latinizado como Eulalia, podría haber estado motivado mediante metonimia por los famosos baños de Baia en la Campania, de los que también se hace eco De balneis Puteolanis, y que fueron uno de los destinos termales favoritos de los romanos, de ahí que el topónimo Baia hubiese acabado por ser sinónimo de baño termal en general. 


Lisiados de Santa Baia de Bóveda, uno de ellos señalando su pie. (C) Manuel G. Vicente, 2011.

No están reñidas ambas hipótesis, la cultual y la práctica, pues un exvoto corporal depositado, pintado o esculpido en un baño como ofrenda a las aguas curativas podía servir también para orientar a los futuros bañistas sobre los usos terapéuticos de sus aguas.

El aparente grupo de danzantes de Santa Baia que mayoritariamente se lleva las manos a la cabeza se encuadraría, según nuestra interpretación, en la prescripción médica del agua para los males de la cabeza, problemas mentales y nerviosos que en Galicia se atribuían a posesiones demoníacas, y cuya especialidad la tiene el santuario de O Corpiño. Observamos en el santuario de Saint Thégonnec en Morlaix (Bretaña Francesa), una representación semejante de un exorcismo en la que el paciente se apalea la cabeza para que salga o demo.


Entrada a la iglesia de Saint Thégonnec en Morlaix. Relieve con un lisiado y un paciente psiquiátrico poseído por el demonio.
(C) Dolores González de la Peña, 2008.


Decoración mural romana con aves en el baño de agua de mar de Saluiana, de la misma obra de Pietro de Éboli;  los motivos de aves también aparecen en el balneum de Santa Eulalia de Bóveda.
(C) Colonia, Fundación Martin Bodmer, Cód. Bodmer 135, Pietro de Eboli, De Balneis Puteolanis, f. 20r

viernes, 1 de diciembre de 2017

Los últimos momentos de Colón, de José Serra y Porson

Siguiendo con más curiosidades sobre Colón, además de aquel librito sobre su origen extremeño. En nuestra colección particular se encuentra un cuadro de José Serra y Porson (Roma, 1828, Barcelona, 1910), "pintor español romántico, considerado como introductor del género del tableautin en España, que había aprendido de su maestro Ernest Meissonier" (información del pintor en la web del Museo del Prado), titulado de su puño y letra: Últimos momentos de Colón, inspirado en un monólogo en italiano.




Hemos localizado el monólogo inspirador, que es de la autoría de Antonio Gazzoletti: Gli Ultimi Momenti di Cristoforo Colombo (1850).